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Ligamento Cruzado Anterior; Rotura y Tratamiento

El ligamento cruzado anterior o LCA es un ligamento intraarticular que junto con el ligamento cruzado posterior o LCP se encargan de la estabilidad de la rodilla.

El ligamento cruzado anterior se tensa durante el movimiento de flexión y extensión de la articulación, limita la hiperextensión de la rodilla y previene el deslizamiento hacia atrás del fémur y por lo tanto de la tibia hacia delante. Además, evita la rotación axial excesiva de la tibia sobre el fémur y mantiene la estabilidad en valgo-varo, es decir, evita desviaciones de la rodilla hacia dentro y hacia fuera respectivamente.

Los principales mecanismos de lesión del ligamento cruzado anterior se presentan ante una hiperextensión de la rodilla, una fuerza importante en valgo (hacia dentro) con el pie en el suelo, o ante la combinación de las dos anteriores con una fuerza importante en rotación interna. A veces la rotura del ligamento cruzado anterior va asociada a otras lesiones con el ligamento lateral interno y menisco interno (triada de O’Donohue) o edema óseo.

La rotura del ligamento cruzado anterior trae consigo dolor, chasquido e inflamación de la articulación, así como inestabilidad de la rodilla y con limitación a la flexión máxima de la misma. Ante la rotura del ligamento cruzado anterior la inflamación articular se puede apreciar de manera evidente en los fondos de saco (parte superior de la rótula) y puede ser necesario realizar una extracción del líquido articular en la que, si aparece sangre, se confirma la rotura.

Ante una rotura de ligamento cruzado anterior lo primero que hay que evaluar es el tipo de rotura, y el tipo de paciente que la sufre. No es lo mismo que una persona sedentaria con 50 años se rompa el ligamento cruzado anterior, en el que se podría considerar no operar y realizar un tratamiento conservador, a que se lo rompa una persona con 25 años deportista y con una proyección de otros 25 años haciendo deporte. Es importante evaluar sus actividades de la vida diaria y su vida deportiva (tipo de deporte que practica, nivel amateur o profesional, si lo practica de forma regular u ocasional, etc.) para así poder valorar la no cirugía o, en caso de hacerla, el tipo de plastia más conveniente.

Tratamiento sin cirugía

El tratamiento sin cirugía inicialmente consiste en reducir la inflamación lo máximo posible aplicando hielo, vendajes compresivos, medicamentos antiinflamatorios o incluso realizando una evacuación del líquido mediante artrocentesis (la extracción del líquido a través de una aguja y una jeringa). El tratamiento de fisioterapia va a ser algo fundamental pudiendo aplicar tratamientos de diatermia, terapia manual y técnicas enfocadas a la reducción de la inflamación. Esto nos va a permitir poder recuperar la movilidad normal sin dolor y realizar ejercicios de fortalecimiento de la rodilla.

Tratamiento quirúrgico

Ante la elección de un tratamiento quirúrgico, el éxito de éste es directamente proporcional a lo bien preparada que este la rodilla antes de la operación, por lo que es importante comenzar con un tratamiento conservador para obtener los mejores resultados. El siguiente paso es elegir el tipo de plastia adecuada según el tipo de paciente que la necesita.

Las principales recomendaciones son:

  1. Injerto de tipo HTH (hueso-tendón-hueso) en atletas jóvenes esqueléticamente maduros o en atletas profesionales.
  2. Injerto de semitendinoso o recto interno en atletas no profesionales.

Dentro de estos injertos, se puede considerar sacarlos del propio paciente (autoinjertos), o a veces se puede utilizar injertos sacados de cadáver (aloinjertos).

Post-operatorio

Las consideraciones inmediatas después de la cirugía van a consistir en reducir la inflamación, fisioterapia temprana en busca de la movilidad precoz desde el primer día, la extensión completa lo antes posible y la potenciación del cuádriceps e isquiotibiales. Esto varía si existe también una sutura meniscal asociada, ya que en las primeras 4 o 6 semanas no se permitirá una flexión por encima de los 90 grados pudiéndose alargar los tiempos de recuperación final.

Se recomienda el uso de la bicicleta estática como un buen método para la recuperación de la rodilla y la potenciación del cuádriceps.

A partir de ahí, comienza una rehabilitación y plan de trabajo dividido en varias fases en la que existen diferentes plazos para la vuelta a la actividad deportiva normal. En los casos más sencillos con actividades menos exigentes, podríamos hablar de los 5 o 6 meses de rehabilitación, hasta los 9 o 10 (o más tiempo) que pueden estar teniendo algunos deportistas profesionales según el deporte que practiquen.

La recomendación principal es ir despacio, ya que cuanto mayor tiempo sea la recuperación, permite que el injerto tenga una mejor maduración y osteointegración en el paciente, y otorga al atleta la capacidad de coger confianza suficiente en el miembro afecto para volver a practicar su deporte sin ninguna limitación. Por eso es importante que en las últimas fases la rehabilitación y entrenamiento sea específica para cada deporte.

Como ejemplo de deportista con una lesión de ligamento cruzado anterior, podemos hablar de Ricky Rubio, jugador de baloncesto profesional en los Cleveland Cavaliers de la NBA. Se rompió el Ligamento Cruzado Anterior el pasado 29 de diciembre de 2021 cuando se encontraba en uno de los mejores momentos de su carrera deportiva. Actualmente se encuentra en las últimas fases de su vuelta a las canchas, todavía no tiene una fecha asegurada para la vuelta a la competición, pero ya entrena con su equipo en diferentes situaciones de juego. El propio jugador es el que asegura: “Me lo voy a tomar con calma, voy a ir paso a paso, sin saltarme ningún tramo del proceso porque hemos estado trabajando mucho para estar donde estamos”, “No quiero ponerle fecha, pero cuando lo haga estaré al 120%”.